En los últimos años hemos conocido la existencia de una microbiota intestinal que tiene un papel fundamental en nuestra salud y no sólo en la digestiva. Pero lo que todavía es desconocido es que el órgano más grande que tenemos también concentra un ecosistema de bacterias, hongos y levaduras. Hoy hablaremos de la microbiota de la piel.
La microbiota de la piel la conforman más de un millón de microorganismos de unas 100 especies distintas, habitando en cada milímetro de la piel de todo nuestro cuerpo y se adquiere de nuestra madre en el nacimiento. Este manto de microorganismos va evolucionando con la edad y, una vez se estabiliza, cada individuo tiene una microbiota propia que varía según la zona del cuerpo, debido a las diferentes condiciones ambientales de cada una de ellas.
La microbiota de la piel, en condiciones normales, constituyen un complejo ecosistema que protege este órgano como barrera física e inmunológica. Cuando el equilibrio del ecosistema sufre desbarajustes, tiene consecuencias negativas que pueden causar enfermedades. Además de las funciones a nivel inmunitario, actúa como regulador del sistema nervioso e interviene en la formación de neurotransmisores y la modulación hormonal.
¿Cuántos tipos de microorganismos tenemos en la piel?
Existen dos grandes grupos de estos microorganismos y son los microorganismos residentes y los microorganismos patógenos. Los residentes, como su propio nombre indica, son los permanentes en la piel de la mayoría de personas que, aun si desaparecen por causas diversas, se vuelven a reproducir. Algunos de ellos son los Staphylococcus C, Corynebacterium o Difteroides.
Los microorganismos patógenos acostumbran a sobrevivir un período determinado y suelen habitar en las capas superficiales de la piel. Son unos oportunistas y aprovechan para quedarse en la piel. Con una respuesta inmunitaria en condiciones normales y una higiene adecuada, no son patógenas.
¿Cuál es la función de la microbiota de la piel?
La microbiota de la piel es esencial para las defensas del organismo y la inmunidad cutánea evitando la incursión de microorganismos extraños. Podríamos considerarla como la primera línea defensiva, con una barrera química y física.
Participa activamente como una segunda línea defensiva en el sistema inmunitario, defendiéndonos de las infecciones. Crea un ambiente nada cómodo para las baterías oportunistas, presentando un obstáculo para su desarrollo.
Facilita la degradación de los lípidos de la superficie cutánea, favoreciendo a la función barrera y protegiendo frente a la radiación UV.
¿Cómo cuidar la microbiota de la piel?
La piel es un reflejo de la microbiota del intestino. La gran mayoría de los problemas de piel son un reflejo de problemas intestinales y lo que ingerimos influye directamente en la fisiología cutánea. Aportar bacterias buenas al intestino, es elemental para la salud intestinal y la microbiota de la piel.
Una pieza elemental son los prebióticos o fibra. Son alimentos no digeribles que favorecen al crecimiento y la actividad de unas bacterias determinadas en el colon. Incluye en todas tus comidas verduras, frutas, semillas, frutos secos o cereales integrales.
Los alimentos probióticos como son los fermentados, son ricos en microorganismos vivos que estabilizan la flora, impidiendo la actividad de microorganismos nocivos. La kombucha, chucrut, el kéfir, los pickles o encurtidos vegetales, yogur de coco o tomar prebióticos en suplementación.
Y hay alimentos que no son saludables para la microbiota de la piel y es recomendable evitarlos o reducir su consumo. Alimentos como los azúcares simples, refinados, los alimentos inflamatorios como el gluten, el alcohol o los lácteos sin fermentar. Éstos pueden provocar un efecto inflamatorio y derivar en acné, dermatitis o rosácea.
La microbiota de la piel también se ve alterada por la higiene excesiva y por abusar de jabones y limpiadores agresivos que no sólo arrastran la suciedad, sino que también elimina los lípidos naturales de la piel y modifica la microbiota. La utilización de agua muy caliente también altera e irrita la superficie de la piel. Selecciona jabones suaves que respeten el manto lipídico y que tengan un pH que simula el de la piel (5,5).